viernes, julio 15, 2005

A propósito del amor y otros demonios...

Dicen que si tienen que partirte el corazón es mejor que suceda de joven, porque a esa edad temprana es más fácil superarlo y que no cometamos los excesos a los que pueden llegar los adultos, como Larra, que a la edad de 28 años y como buen romántico decidió volarse la tapa de los sesos. Lo cierto es que no conozco de ningún jovencito que se haya suicidado por amor, aunque lo hayan podido pensar más de una vez, y eso me lleva a suponer que lo que no nos mata nos hace fuertes y nos engorda; aunque ya se sabe que el hombre es el animal que tropieza dos veces, y no hay dos sin tres. Me contaba un buen amigo, a propósito del tema, una historia de una abuela suya que no podía volver por su pueblo, no estaban muy claros los motivos, pero él había logrado averiguar que en sus años de novicia y por amor, ella y su novio tuvieron la feliz idea de tirarse de una peña para que tal sentimiento perdurase hasta el fin de los días y nadie les pudiera separar. Como será, que lejos de saltar los dos a la vez, saltó primero el joven amante para que la chica se fuera haciendo a la idea de lo que le esperaba. Tras verlo rebotar contra las rocas, hasta quedar su cuerpo inerte y bastante magullado, cambió de opinión y decidió que era mejor seguir viviendo, aunque ya no pudiera hacerlo en su pueblo, claro.

En mi caso el amor, en este caso desamor, llegó temprano, con las primeras hojas muertas del otoño. Allá cuando tenía dieciséis años, me enamoré perdidamente de una compañera de clase, con muy pocas luces, y cuyo nombre conviene cubrir con un piadoso manto de silencio, aunque para los curiosos os diré, que su nombre es el título de una película de Otto Preminger. El caso es que durante todo el año no le había hecho ni puñetero caso, pero al volver del verano me la encontré cambiada, la florecilla había abierto sus pétalos, como el velero despliega su velamen, mostrándose en todo su esplendor. Claro esta que me enamoré de ella como un perro. Y así tuve que soportar semejante cruz durante los años que estuve a su lado, y es que el mal de amores solo lo cura el tiempo y la distancia, y hasta que no abandoné mi instituto no logré superar mi enfermedad. Los aires de la capital y la universidad me devolverían mi antiguo vigor y buen humor, hacía tiempo perdidos. Y es que la muy penca me lo hizo pasar francamente mal. Cada día me hacía menos caso, y se cabreaba cada vez que me veía o se daba la vuelta. Nunca entendí como se puede tratar tan mal a alguien que te quiere. Aunque claro, yo debía ser bastante pesado también; Steve Urkel me llamaba algún hideputa, y es que yo me alegraba solo de verla y cambiar unas palabras con mi amor, aunque ella siempre me respondiera con un rebuzno. Nuestra relación amor-odio, nunca mejor dicho, fue empeorando con los años, pero al principio no era mala del todo; incluso hay que reconocer que tuve mis momentos. Al año de celo, decidí actuar con más contundencia; había que apretarse los machos y demostrar quien era el gallo del gallinero, así que con la proximidad de San Valentín y de su cumpleaños, que caía por aquellas fechas, me acerqué a la floristería que había detrás de mi casa y que llevaban dos bonitas señoritas. Como no tenía dinero para rosas, encargué un ramo de flores variadas, en el que alguna rosa caería. No recuerdo muy bien que puse en la nota. Les dejé la dirección y no volví por la tienda hasta el día siguiente, en que me dieron la mala nueva: el repartidor no había podido hacer la entrega porque no había encontrado su casa, a pesar de preguntar a varios vecinos del lugar. La aldeana ésta debía vivir en la última casa del concejo de Gijón…Y ahí me pusieron el ramo, encima del mostrador. Soberbio, enorme, las chicas se habían portado. La situación era crítica, con las flores en mi casa y metidas en agua, no había tiempo que perder. Al día siguiente hablé con una de sus amigas y de la urgencia de darle el ramo, antes de que éste se marchitara. Acordamos que quedaría con ella ese día con cualquier excusa, después la traería hasta el punto acordado, donde yo la esperaría con mi ofrenda floral. Todo fue decidido en cuestión de minutos; a lo que pueden llegar las almas de buena voluntad, si los políticos tomaran ejemplo...

La hora había llegado, armado de valor tuve que atravesar media ciudad con el ramo en la mano. La gente me miraba y se sonreían al verme, pero a mi no me importaba, porque yo amaba a esa mujer, y para mi el cielo era azul y el día brillaba luminoso. Portaba en mi mano la llama flaminia del amor, por la que todos se hacían a un lado a mi paso. Así llegué al atardecer, al lugar donde tendría que encontrarme con la luz de mi vida. Una enorme cruz de piedra sujetada por ángeles se encontraba a mi espalda, parecía que Dios y toda la cristiandad estaban conmigo en ese momento; con este signo vencerás. Lo cierto es que no creo haber estado mejor en toda mi vida, no por haber hecho nada espectacular, sino por haber estado allí en aquel momento, hoy ni loco volvería a hacerlo. Allí la esperaba, mientras pasaban los minutos, que se me hacían eternos. Pero al fin apareció, acompañada de nuestra amiga común. No creo que le hubiera dicho nada, porque cuando me preguntó para quien era ese ramo, se quedo parada sin poder hablar, cuando le dije, para ti. En fin, que tras los dos minutos de cortesía cogió y se marchó con el ramo. Y ahí se terminó todo por aquel día. Estuvo bastante sociable una temporada, al menos me saludaba, aunque ni siquiera fue capaz de invitarme a un café. Otro momento cumbre, que demuestra las tonterías que llegan a hacer los enamorados, fue la carta de amor que le escribí, aprovechando una redacción que teníamos que hacer sobre alguien conocido, para la clase de Lengua y Literatura. Pues yo me puse manos a la obra, junto a mis dos nuevos amigos, Neruda y Antonio Machado, que me sirvieron de inspiración. Detén el paso belleza esquiva, detén el paso, besar quisiera tu amarga, amarga flor de tus labios…Nunca mejor dicho. Debió de leer la carta media ciudad, yo como decía el poeta, cantaba mi amor a los cuatro vientos. Total que me la encontré un día y me pidió la carta, y con ella se marchó (en algún lado guardo una copia); no estaba mal, me dijo. Lo más amable que he escuchado de sus labios. Por cierto, que de aquellas estaba saliendo con un tipo muy raro, que aparte de su aspecto, decían robaba cruces en los cementerios, que cosas.

En fin, que nuestra “relación” se puso bastante fea, vamos que no me soportaba. Pero yo estaba enfermo de amor, y eso en cierta medida me disculpaba. Mis amigos me decían que no merecía la pena, que no era trigo limpio, decía Arturo. No encontré a nadie que hablara bien de ella, ni siquiera sus amigas, que decían, ella es así. Pero yo defendía el honor de mi dama, y me hubiera batido con pistola llegado el caso, con quien mancillara su buen nombre. Que loco estaba y que razón tenían mis amigos. Si algo le hubiera importado, se hubiera sentado conmigo cinco minutos, y hubiéramos terminado como buenos amigos.


Curado de espanto, vivo hoy mis últimos días, recordando aquellos aciagos hechos en mi querido monasterio de M…, que digo, si me he olvidado de esa mujer, en todos estos años no he tenido noticias suyas, aunque alguna vez he creído verla por la calle y se me ha hecho un nudo en la garganta, y he respirado aliviado al comprobar que no era ella. He sabido hace poco por un amigo, que se ha casado. Confiaba en que hubiera engordado y su rostro antaño bonito, ahora fuera el de una fea gárgola, pero no tendré esa suerte según parece. Supongo que algún día me volveré a encontrar con Nefernefernefer y se cerrará el círculo; y San Jorge mató al dragón. Me gustaría decir que he triunfado en la vida, que tengo un buen trabajo, coche, casa y una mujer maravillosa que alegra mi existencia, pero no puedo, y es que como decía mi buen Sinuhé, el hombre está siempre solo, y en el exilio de mi vida me ha tocado vivir. Ella, hace mucho que dejó de formar parte de mi vida. Sencillamente, un buen día dejé de pensar en esa persona. Pero de quien sí me acuerdo es de ese chico, y ese sentimiento tan egocéntrico se debe a que creo que era una buena persona.


miércoles, julio 06, 2005

Los Serrano. Garrulos al cubo

Me gustan los Serrano, lo reconozco. Todos los miércoles disfruto con las aventuras y desventuras del Fiti, Bonilla, Resines y su familia “numerosa”. No he seguido la serie desde su comienzo, un día me puse a verla y desde entonces lo he hecho todas las semanas. Pero hay algo que no me gusta nada, es una serie sexista. Sí, sexista hasta la medula. Me explico: las mujeres son todas inteligentísimas, desde la más anciana hasta la más pequeña, no hay una sola mujer tonta; si bien la abuela puede ser la que menos luces tenga, pero se le atribuye fácilmente a la edad. Las madres, profesoras y con buenos sueldos y las dos hijas de Lucía, Eva y Tete, muy buenas estudiantes. Incluso la amiga gordita de Tete no parece tener mayores problemas con los estudios. Los hombres, encabezados por su líder natural, Santiago (Bonilla), seguido de su hermano Diego (Resines) y Fiti, dos taberneros y un mecánico, forman el Clan del Oso Cavernario. Son una banda de neandertales todos ellos, y me quedo corto, y es que no hay un solo hombre inteligente en toda la serie, siendo el más bruto Santiago, que es el que lo lía todo y convence a los demás, que por cierto, se ha ido haciendo más bruto cada temporada. El único que parecía tener ciertas dotes intelectuales era Marcos (Fran Perea), el hijo mayor de Diego, por aquello de que leía poesía, componía canciones y tocaba la guitarra; pero el hombre no es malo por naturaleza, es el medio que le rodea el que le hace como es, total que ha terminado tan cenutrio como el resto de sus amigos y de su familia, algo se le tenía que pegar. Ni siquiera se salva Curro, el benjamín, que ya comienza a dar muestras de garrulidad a temprana edad. Podría parecer que con Guille aun quedaban esperanzas para el género homo, pero no nos engañemos, no es lo mismo ser listo que ser un listo. El único personaje de la serie que aún no ha hecho el canelo, al menos yo no lo he visto, es el psicólogo, Fermín o Fernando, según el caso, pero su cara redonda y su calvicie le quitan todo rasgo intelectual al personaje, presentándolo como un tipo bonachón y simpático, muy alejado de la figura de Sigmund Freud y mas parecido a Manolo cabeza bolo.

Me pregunto que pasaría si los papeles de la serie estuvieran cambiados. Ellos, profesores o empresarios, aunque es difícil imaginarse a Bonilla como catedrático de Historia, y ellas como amas de casa o charcuteras. Vamos, los colectivos feministas de este país pondrían el grito en el cielo, y no tardaría en desaparecer la serie de televisión. Bien, ¡pero es que el sexismo no es solo para las mujeres, coño! Una serie como esta que ven tanto adultos como pequeños, debería de tener cierto valor pedagógico y educativo, promoviendo valores como la igualdad de sexos. Y desde luego eso no queda muy representado en la serie que digamos… ¿Qué ejemplo se les da a los jóvenes con esto? ¿Qué si eres chico no sirves para estudiar? ¿Qué los estudios son para chicas? ¿Qué las mujeres son inteligentes y los hombres tontos y celosos?

En fin, la serie parece haber llegado a su techo la temporada pasada y ésta nueva no es más que una repetición de los mejores episodios una y otra vez. Comprendo que con Resines con la pata quebrada es difícil cambiar los guiones, pero si continúa el año que viene, los guionistas deberían de ponerse las pilas y probar nuevas ideas, porque la serie adolece ya de cierto cansancio visual para el espectador. La trama de los últimos capítulos es siempre la misma y se resume en una palabra: el malentendido. Sí, los hombres carentes del más mínimo soplo de inteligencia, son como niños, interpretan la realidad de una manera paranoica, por no decir cercana a la esquizofrenia. Y las mujeres que son unas santas son las que tienen que sufrir las consecuencias. ¿Pero ustedes se creen que existe una pareja así en la vida real? Sí, ya se que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, pero nunca he visto que detrás de un garrulo haya una mujer inteligente, en todo caso habrá otra garrula, porque Dios los cría y ellos se juntan

Yo por mi parte, veré los Serrano hoy por la noche.